viernes, 5 de septiembre de 2014

Relatos de un pescador afortunado: PRESA DEL AMANECER


                                                        PRESA DEL AMANECER
                                                             MARZO DEL 2012
   
       El cricar de los grillos y el eco adormecido de la demás bichería nocturna eran las únicas señales que me advertían de que me había despertado muy temprano. Tenues reflejos de luz lunar traspasaban los cristales del ventanal iluminando los peldaños de la escalera que me conducía al sótano. Arranqué el todoterreno y el motor ronroneó hasta adquirir un rugido redondo que acallaba la magia de la naturaleza al despertar. Me sentía como un intruso en mi propio hogar y aceleré rampa arriba llevando conmigo el eco de aquel sonido tan poco natural, que adormecido tras los cristales se acopló como una más de las sensaciones de una noche moribunda, a punto de dar paso a un día que la precipitaría sobre el océano de una forma tan lenta como el trazo de un pintor que va dando vida y color.

      Camino de mi anhelo, a través del cristal veía mi mundo en paralelo, corría y desaparecía el presente a la misma velocidad que recogía un futuro que no por previsible era lo nuevo que alimentaba mi sueño. Iba a por él, el róbalo del amanecer, presentía que aquel era mi día. Al llegar a Monteferro el pintor empezó a trazar las líneas tenues del nuevo día. El escenario, no por inmortal, dejaba de ser trascendental; la luna moría sumergida en medio del océano mientras el sol despertaba en la ultratumba oriental, la fugacidad del instante era lo que lo hacía trascendente, ahora o nunca. Como un resorte fuerte y seco lo lancé, salió disparado cortando el aire, ¡¡¡flaaaps!!! se deslizó con suavidad hasta caer sobre el agua del mar ¡¡¡plasf!!!. Flotando se quedó esperando la tracción que le diera vida. El arranque rápido y progresivo lo sumergió y cual marioneta se vio nadando de vuelta, trazando piruetas, subía, bajaba y oscilaba al compás del rebumbio del agua del mar, la olas al remontar estallaban en millones de burbujas que explotaban diminutas a su alrededor, frenética era su huida buscando refugio del depredador. A este, su banda lateral le transmitía una presencia al alcance de sus mandíbulas y hambriento por una noche de vigilia, arrancó, lanzándose como un misil a por su presa del amanecer. El ataque fue rápido y preciso, de un bocado tragó a su presa, pero esta le deparó una sorpresa.

     Por la boca come y muere el pez, siempre hay un depredador mayor, mordió el anzuelo al tragar el señuelo y algo no cuadró, sintió como por primera vez en su vida le cambiaban la partida. Aquel  depredador, salvaje, fuerte e indomable mandó un arreón bestial para zafarse del sedal, su arranque fue espectacular trasmitiendo a la caña una tensión brutal que encendió mi ánimo despertando mi instinto ancestral de cazador-recolector. La transformación fue instantánea, de pronto sentí que todo mi ser flotaba en el aire, como el mundo se detenía y un atávico sentimiento instintivo me rendía pleitesía. Mis brazos y la caña se prepararon para la batalla, mi corazón latía como en una letanía y todo mi cuerpo se posicionó, mi mente se concentró y de repente todo era yo. Mientras la puntera amortiguaba el arreón, el sedal corría aflojando una tensión que por descomunal amenazaba con romper el hilo conductor que hasta mí transmitía toda aquella algarabía.

     Sucedió en un amanecer dorado, precipitado por el albor de un día celestial donde los reflejos todavía hacían titilar las estrellas del crepúsculo. El jadeo de mi respiración se fundía con el chapoteo del animal, este se deslizaba al tornasol reflejado en el salpicado de miles de gotas diminutas que estallaban a su alrededor. La belleza y la crueldad emanaban rompiendo la magia de un momento estelar, recogiendo a mi presa mi conciencia me hizo pensar, sueltalá, es una hembra y aún le queda mucha vida que dar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario