viernes, 25 de enero de 2013

Relatos de un pescador VORÁGINE EN SAIANS


VORAGINE EN SAIANS
12-10-1994
 
    Aquel mes de Octubre disponía de una semana de vacaciones, y ese día madrugué con la esperanza de pescar alguna lubina. Aún era noche cuando llegué a Bayona, me encaminé por la carretera de la costa que lleva hasta La Guardia, el mar rompía con violencia contra las rocas, no estaba mal pero su estado limitaba las opciones de pesca, así que me dirigí hacia la ensenada situada a la derecha de Punta Centinela, pues era la opción más razonable junto a dos pequeñas ensenadas de Santa Maria de Oya. Empezaba a amanecer cuando llegué a la primera postura, el mar trabajaba un punto por encima del ideal pero tomando precauciones se podía intentar. Bajé el pequeño acantilado que me abrigaba del sur, aun que aquel día el tiempo era estable y soleado, fui allí porque el mar perdía parte de su fuerza y me ofrecía una cierta seguridad. Trabajé la zona con diversos señuelos, pero no señalé pescado alguno, así que continué con la visita a Santa Maria de Oya, y lo único que tenía después de dos horas era un completo y desolador capote y opté por dejarlo.

   Cuando venía de regreso con la intención de volver para casa, observé desde la antigua carretera del tranvía a la altura de Saians, como el mar trabajaba de una forma interesante, así que decidí bajar hasta la playa más que nada por matar el tiempo, no tenía nada mejor que hacer. Efectivamente cuando llegué las condiciones no eran malas: la playa estaba limpia de algas, la marea llevaba bajando cuatro horas, el mar rompía resonando con fuerza y el agua tenía una cierta turbidez . Pero lo que mas me llamó la atención, fue que en el centro de la playa se formaba un gran remolino que revolvía el fondo arenoso, recordándome experiencias pasadas en la Costa da Vela (Donón), donde en el mes de Agosto de ese mismo año en un remolino similar, había tenido un día inolvidable con la pesca de 17 lubinas. Así que me dispuse a probar, aprovechando la oportunidad para experimentar con un tipo de cucharilla que hasta ahí nunca había utilizado, y que me había recomendado el dueño de la armería Atlántica, Tonino para los amigos también pescador y mejor persona, me insistió hasta convencerme, para que me llevara y probara un tipo de cucharilla que según él era muy pescadora, y que al parecer estaba causando furor en el mediterráneo. Era la Toby de 25 gramos, que en precio casi triplicaba a la Evy de 28 gramos, siendo esta última la mas requerida por su competitivo precio. Le hice caso y me hice con un par de ellas. Así que monté la caña con la cucharilla recomendada y me dispuse a probarla.

   Lancé por encima del remolino, al que sobrepasaba con facilidad, recordando la táctica de Donón, la dejaba llegar al fondo y la arrastraba unos metros al principio, apurándola a continuación para traerla a medias aguas, procuraba arrancar con fuerza al pasar por el centro del remolino, y ya en el primer lance, poco después de sobrepasarlo sentí la primera picada, fuerte y seca pero no muy potente, pero sí lo suficiente para ofrecer cierta resistencia, cuando conseguí arrimarla, observé que no venía sola, un grupo la acompañaba casi hasta la orilla. Tenía conmigo una bolsa hecha con red de pesca, mientras introducía en ella al animal ya pensaba en que probablemente iba a repetir la operación mas de una vez, lancé de nuevo hacia el remolino, al salir de el se repitió la picada, y así una y otra vez hasta ocho veces, piezas todas ellas de entre 600 y 800 gramos de peso, se me hacía tarde y como ya hacia un rato que no sentía picada alguna, decidí irme a casa a comer.

   Después de comer volví ansioso a Saians. El mar estaba subiendo y soplaba una ligera brisa, el remolino prácticamente había desaparecido. Monté la caña y me dispuse a reiniciar la “pescata” de la mañana, pero después de intentarlo numerosas veces a lo largo de la playa, llegué a la conclusión  de que el pescado ya no estaba allí. Había que buscarlo. Primero me desplacé a unas rocas a mi izquierda y después de trabajar esa zona tampoco las encontré, entonces atravesé la playa y las busqué a la derecha donde hay una pequeña ensenada, postura conocida por un monolito de piedra que jalona un pequeño mirador. Me situé sobre una roca, que con mar y la marea alta la resaca moja, aquel día el mar por veces salpicaba, me acomodé en la piedra y comencé a lanzar al frente donde el fondo es arenoso, dejaba llegar la cucharilla hasta el lecho de arena para arrastrarla unos metros hasta que esta subía por inercia, no tardé mucho en sentir la primera picada, era una robaliza similar en tamaño a las de la mañana, volví a lanzar una y otra vez con el mismo resultado, ya había perdido la cuenta de las capturadas, era tal la vorágine que cuando se me soltaba una al arrastrarla, venía otra y atacaba la cucharilla, comían con una avidez desaforada. La mancha de pescado a medida que iba pescando robalizas se venía acercando a tierra. Era espectacular, había cientos, ¡que digo!, miles de robalizas y no exagero, se que cuesta creerlo, pero fue tan cierto como que algún día me tengo que morir. Al lanzar y capturar pescado una y otra vez, el esfuerzo al que estaba sometiendo al carrete era muy grande, y este, que ya estaba algo tocado por el uso, se resintió averiándose; aun que el carrete recogía, cuando la fuerza de una lubina le hacía frente este se atoraba y no iba. No llevaba otro de repuesto, así que continué pescando con el y cuando tenía un pescado clavado, literalmente lo arrastraba levantando la puntera de la caña hacia arriba y atrás, al aflojar, el carrete recogía el sedal que había arrastrado, era agotador, comprendí que así no podía seguir, acabé perdiendo una hora de pesca que era lo que faltaba para el anochecer. Recogí el pescado que tenia ciscado a mí espalda por varios huecos de la roca, 23 piezas en total, que sumaban unos quince quilos, no estaba mal, pena de carrete averiado, seguramente hubiera pasado de las treinta. A partir de esta experiencia procuré siempre, al ir a pescar, llevar conmigo un equipo de repuesto, pues no era cuestión de perder las oportunidades que como cuentagotas la fortuna iba poniendo en tu camino.   

2 comentarios:

  1. Respetemos os nomes autenticos dos nosos pobos, e Saians nunca sayanes, gracias

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    1. Cuando se tiene razón, se tiene razon, no hay de qué.

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