viernes, 22 de marzo de 2013

Relatos de un pescador afortunado: UN MARCO INCOMPARABLE


                                                  UN MARCO INCOMPARABLE
                                                                   18-10-96
   
     Aquella tarde llegué al Portiño después de visitar sin éxito Monteferro, quedaba algo más de una hora para que anocheciera, paré allí cuando volvía para casa por si veía alguna opción de pesca, y así aprovechar para enmendar si podía un mal día de pesca. El mar subía con fuerza, rompía con una cadencia uniforme no muy potente pero suficiente, observé que cuando se levantaban las olas, el contraluz del sol al ponerse por el horizonte, me permitía ver como los múgeles (lisas) circulaban lentamente balanceándose con ellas. Sabía que las lubinas, sobre todo las grandes, gustaban de mezclarse con ellos, alimentándose con los más pequeños si se alejaban del grupo principal, comportamiento muy similar a los grandes depredadores terrestres. Así que monté un “rapala original flotante de 18 cm”, que imitaba de una forma muy realista el nadar de un pequeño mugel, probé a lanzarlo por encima de la cresta de una de las olas, recogiendo con rapidez y zigzagueando con el hacia tierra, intentaba darle vida, quería transmitir la idea de un animal asustado e incluso herido, haciendo paradas a mitad de recorrido y tirando de el hacia tierra, como si huyera despavorido buscando refugio.
   
     Al espectáculo del sol poniéndose por el horizonte gracias a un claro sobre las Islas Cíes, se sumó la lluvia que empezó a precipitarse en ese momento, formándose un espectacular arco iris, ¡Pena de una cámara para inmortalizar ese momento! El “rapala” iba y venia lanzándolo a contraluz, estaba a gusto, me encontraba completamente integrado, era una simbiosis perfecta con la naturaleza. Ensimismado como estaba, una picada bestial me hizo despertar: el carrete soltaba sedal amortiguando la embestida, la puntera de la caña doblaba lo justo para aguantar sus arremetidas, el animal demostraba poderío y fuerza, el mar al venir de frente me ayudaba. Lo aguanté un rato hasta que dio muestras de relativa debilidad, cuando comencé a tirar en firme, comenzó a cabecear hacia mi derecha buscando una piedra que afloraba cuando el mar retrocedía por la resaca, me vi en la necesidad de apurarlo al máximo para obligarlo a enfilar un estrecho paso entre dos piedras situadas en frente de mí. Me encontraba situado sobre la plataforma de una roca que emergía como un metro sobre el nivel del mar, y delante de mí  a unos dos o tres metros, una especie de barrera de piedras que con la marea llena el mar cubría, pero que al retroceder la resaca, la barrera tanto a mi izquierda como a mi derecha emergía levemente, dejando un pequeño paso por el centro, suficiente para enfilar al animal para no correr el riesgo de perderlo. No sin esfuerzo conseguí enfilarlo y dirigirlo por el centro de la barrera, y con ayuda de un golpe de mar conseguí aproximarlo por mí derecha a la altura de donde estaba situado. Respiré, ya no me quedaba más que bajar y sacarlo. 
   
     Continué “vareando” un rato más, pero con lo que más extasiado me sentí, -aparte de con el róbalo que acababa de pescar, pues superó los cuatro quilos-, era con el espectáculo que formaban el sol, el arco iris y el mar con las Islas Cíes al fondo. El marco era incomparable. Pescar es una afición maravillosa, y mas si se tiene la fortuna de practicarla en un lugar tan paradisiaco como es la Ría de Vigo. Aquel día regresé a casa convencido, de que solo por la experiencia que acababa de vivir, ya era un ser tremendamente afortunado.

1 comentario:

  1. Escribir nuestras vivencias es un modo de volver a encontrarnos con ellas. A todo esto, es como si fotografiaramos cada secuencia he inmoratlizaramos,
    quizas, buscando mas el compartir que el hecho de la posteridad pero, con la gratificación interior por ambas.

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