jueves, 19 de diciembre de 2013

Relatos de un pescador afortunado: TRAYECTORIA PARABÓLICA

                                             
                                                  TRAYECCTORIA PARABOLICA
                                                                     9-03-2004


    Aquella tarde se repetían algunas de las circunstancias, que se habían dado la semana anterior en la “Grande de Monteferro”, pero tres de ellas ya no coincidían: era como la semana anterior cambio de fase lunar, esta vez cuarto menguante, la altura de la marea ya no coincidía con la pleamar, esta llevaba tres horas subiendo y el mar aún trabajaba con más fortaleza que la vez anterior. Era impensable por peligrosa y difícil, ejercer la acción de pesca desde mi “postura” favorita, por lo tanto me desplacé hacia el interior de la ensenada, donde la fuerza del mar amainaba, pero aún así y todo, el mar arrastraba los señuelos dificultando el empleo de “rapalas”. Me vi. obligado a emplear como en la ocasión anterior, un “chivo” con forma de pez que, con las escamas cromadas centelleaba al rebotar en el los rayos del sol. Empecé “vareando” hacia mi derecha para aprovechar la fuerza de las olas y no trabajar contra corriente. Al mismo tiempo que recogía el “chivo”, el mar lo iba arrastrando hacia mi izquierda ya sin ningún tipo de obstáculos en forma de piedras, que en esta nueva zona ofrece un amplio recorrido para emplear el “chivo en abanico”, unos 180 grados, media circunferencia.

     No tuve que esperar mucho para sentir una fortísima picada, justo al arrancar, a unos ochenta metros en el límite donde empezaba el agua a oxigenarse por el efecto de las olas al romper sobre unos bajos de piedra, que quedaban aún más a mi derecha. Al arrastrar el mar hacia la izquierda tenía un amplio campo para trabajarlo con comodidad. Después de tirar con fuerza para clavarlo y asegurarlo, desbloqueé el freno del carrete para dominarlo mas cómodamente, ya que al tener “dracom” como sedal, los tirones eran secos y duros, resintiéndose mi brazo derecho. El animal estaba muy entero y se resistía. Opté por aguantarlo y dejarlo ir poco a poco, manteniendo siempre tenso el sedal, hasta que empezó a dar muestras de cansancio; entonces empecé a tirar en firme para aproximarlo a tierra. La fuerza de arrastre del mar hizo que el robalo siguiera una trayectoria parabólica, desplazándolo unos  120 grados hacia mi izquierda desde la zona donde se produjera la picada, pero al no tener ningún obstáculo en todo el frente lo fui arrimando hasta mi posición. Cuando lo tuve a mi alcance el animal ya estaba entregado, lo enfilé por un pequeño canal y aprovechando el remanso del mar me agaché a por él. Era un ejemplar que superaba los cuatro quilos y venía “clavado” por la comisura del labio superior, -suerte que el cartílago es muy duro y resistió tan larga lucha. Volví a intentarlo una y otra vez durante casi una hora aprovechando que la marea subía, pero lo único que sentí fue la tendinitis del codo derecho que me empezaba a pasar factura, así que lo dejé para mejor ocasión.

     Estaba cansado pero feliz, la semana anterior, cerca de allí, había clavado otro incluso más grande que este, no podía quejarme, la fortuna me seguía acompañando.

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