lunes, 14 de enero de 2013

Relatos de un pescador afortunado: REPRODUCCION DE LA LUBINA

     Tradicionalmente, a la lubina se la venía clasificando dentro de la familia Serranidae (grupo hermafrodita). Pero era la única especie de esta familia claramente gonocorista (animal que no puede cambiar de sexo). Últimamente se la ha incluido dentro de la familia Moronidae, perteneciente a la clase Actinopterigia, orden Persiformes, género Dicentrarchus y especie Labrax.

    La vivencia de experiencias in situ, pescando lubinas de todos los tamaños a través de las diferentes estaciones del año a lo largo más de dos décadas, y la observación, gracias a la posición privilegiada por el desempeño de mi labor profesional como policía portuario en el puerto pesquero del Berbés, controlando las descargas de pescado en lonja de los arrastreros, trasmalleros y palangreros de litoral, el cambio de impresiones con los patrones de las embarcaciones, que me indicaban zonas y profundidades donde se producían las capturas de lubinas. El ejercer este control a través de varios años me ha dado parte de las claves para desentrañar de modo empírico, las costumbres y el porqué del comportamiento reproductivo de estas. Comportamiento que viene siendo un ciclo repetitivo y regular desde miles de años atrás. Todo es previsible dentro de unos márgenes, pues los hechos no se producen por automatismo, sino por condicionantes.

    Cuando comienza el invierno las lubinas hembras ya adultas están listas para procrear, entonces empieza el cortejo y varios machos acosan a cada una de las hembras siguiéndolas incansables, hasta que esta siente la necesidad de desplazarse a la zona de desove, situada en aguas profundas entre 80 y 120 metros. En esa época es cuando los barcos de pesca dedicados al arrastre y los trasmalleros de profundidad, capturan un año si y otro también especimenes hembras preñadas de huevas, no registrándose capturas de lubinas en esos fondos con anterioridad y posterioridad a ese periodo, prueba fehaciente de donde desovan. Van por oleadas, no todas las hembras sienten la necesidad de desovar al mismo tiempo, pero cuando esa necesidad es perentoria acuden con presteza acompañadas por los machos, que al mismo tiempo que las hembras desovan los huevos fecundan estos con su esperma. Cada hembra expulsa del orden de 500.000 huevos que una vez fecundados a los tres días eclosionan, se convierten en larvas que remontan hasta la superficie y flotan. Las especies que habitan estas zonas no acostumbran a incluir en su dieta a las diminutas larvas, aumentando así sus posibilidades de supervivencia, algo que no ocurriría en las zonas someras de la costa donde abundan especies que las depredarían. Se desarrollan con rapidez, 46 días después las pequeñas lubinas al alcanzar unos cuatro cm. se revisten de escamas, adquiriendo la figura de adultos, y dejándose arrastrar por corrientes procedentes del otro lado del Atlántico que por esas fechas pasan por sus zonas de desove, se trasladan a estuarios y zonas de aguas tranquilas, donde se alimentan hasta crecer lo suficiente, unos 250 gramos, abandonando estas zonas para trasladarse a su verdadero hábitat donde desarrollaran su vida.

   En cuanto las lubinas terminan el proceso de desove, regresan escuálidas y hambrientas a las aguas próximas a la costa donde se alimentan hasta recuperar su peso normal. Por eso a veces, sobre todo en el mes de marzo se capturan grandes hembras “chupadas” inservibles para comer. La ignorancia hace que a veces algunos pescadores sacrifiquen inútilmente a unos animales que son muy necesarios para continuar la reproducción de esta especie cada vez más escasa.

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