Tradicionalmente, a la lubina se la venía clasificando dentro de la familia Serranidae (grupo hermafrodita). Pero era la única especie de esta familia claramente gonocorista (animal que no puede cambiar de sexo). Últimamente se la ha incluido dentro de la familia Moronidae, perteneciente a la clase Actinopterigia, orden Persiformes, género Dicentrarchus y especie Labrax.
La vivencia de
experiencias in situ, pescando lubinas de todos los tamaños a través
de las diferentes estaciones del año a lo largo más de dos décadas,
y la observación, gracias a la posición privilegiada por el
desempeño de mi labor profesional como policía portuario en el
puerto pesquero del Berbés, controlando las descargas de pescado en
lonja de los arrastreros, trasmalleros y palangreros de litoral, el
cambio de impresiones con los patrones de las embarcaciones, que me
indicaban zonas y profundidades donde se producían las capturas de
lubinas. El ejercer este control a través de varios años me ha dado
parte de las claves para desentrañar de modo empírico, las
costumbres y el porqué del comportamiento reproductivo de estas.
Comportamiento que viene siendo un ciclo repetitivo y regular desde
miles de años atrás. Todo es previsible dentro de unos márgenes,
pues los hechos no se producen por automatismo, sino por
condicionantes.
Cuando comienza
el invierno las lubinas hembras ya adultas están listas para
procrear, entonces empieza el cortejo y varios machos acosan a cada
una de las hembras siguiéndolas incansables, hasta que esta siente
la necesidad de desplazarse a la zona de desove, situada en aguas
profundas entre 80 y 120 metros. En esa época es cuando los barcos
de pesca dedicados al arrastre y los trasmalleros de profundidad,
capturan un año si y otro también especimenes hembras preñadas de
huevas, no registrándose capturas de lubinas en esos fondos con
anterioridad y posterioridad a ese periodo, prueba fehaciente de
donde desovan. Van por oleadas, no todas las hembras sienten la
necesidad de desovar al mismo tiempo, pero cuando esa necesidad es
perentoria acuden con presteza acompañadas por los machos, que al
mismo tiempo que las hembras desovan los huevos fecundan estos con su
esperma. Cada hembra expulsa del orden de 500.000 huevos que una vez
fecundados a los tres días eclosionan, se convierten en larvas que
remontan hasta la superficie y flotan. Las especies que habitan estas
zonas no acostumbran a incluir en su dieta a las diminutas larvas,
aumentando así sus posibilidades de supervivencia, algo que no
ocurriría en las zonas someras de la costa donde abundan especies
que las depredarían. Se desarrollan con rapidez, 46 días después
las pequeñas lubinas al alcanzar unos cuatro cm. se revisten de
escamas, adquiriendo la figura de adultos, y dejándose arrastrar por
corrientes procedentes del otro lado del Atlántico que por esas
fechas pasan por sus zonas de desove, se trasladan a estuarios y
zonas de aguas tranquilas, donde se alimentan hasta crecer lo
suficiente, unos 250 gramos, abandonando estas zonas para trasladarse
a su verdadero hábitat donde desarrollaran su vida.
En cuanto las
lubinas terminan el proceso de desove, regresan escuálidas y
hambrientas a las aguas próximas a la costa donde se alimentan hasta
recuperar su peso normal. Por eso a veces, sobre todo en el mes de
marzo se capturan grandes hembras “chupadas” inservibles para
comer. La ignorancia hace que a veces algunos pescadores sacrifiquen
inútilmente a unos animales que son muy necesarios para continuar la
reproducción de esta especie cada vez más escasa.
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