sábado, 19 de enero de 2013

Relatos de un pescador afortunado: EXPERIMENTANDO


EXPERIMENTANDO
1.989
     A finales de los años ochenta del siglo pasado, después de mi primera experiencia en octubre de 1986, continué pescando en los muelles con camarón vivo. No se me daba mal aquel tipo de pesca, desde mi primera experiencia hasta el verano de 1990, prácticamente empleaba buena parte de mi tiempo libre pescando en los muelles, con la excepción de las vacaciones y alguna que otra visita a la costa de Cabo Estay, donde también en alguna ocasión pesqué con camarón y boya. Por aquella época empezaba a pasar las vacaciones de verano acampado en Cabo Home, donde pescaba a fondo, todavía no se me había ocurrido practicar el “vareo” (spinning). Las pocas lubinas que capturaba recuerdo haberlas pescado a fondo con calamar como cebo y excepcionalmente alguna pequeña con bicho, lo habitual con este cebo era pescar bogas, mújeles, castañetas bravas, y algún pinto o maragota.

     Mis mejores experiencias seguían siendo en el muelle pescando con camarón, de esta manera acumulé cientos de experiencias donde pescaba lubinas de un tamaño menor, aunque algunas, las mayores superaban por poco el quilo. Todo esto me sirvió para ir haciéndome como pescador y comprender poco a poco el cuando,  el como, y el porqué tan importante en este tipo de pesca tan selectiva.

     Tengo una escena gravada en mi memoria que no se me olvidará nunca. Una tarde de verano, el sol iluminaba dándole una claridad inmaculada al día, yo me encontraba pescando en Bouzas empleando como cebo camarón, iba recorriendo los diversos muelles y dársenas en busca de alguna lubina que llevar al cesto, en una esquina de una de las dársenas interiores el sol penetraba a través del agua, iluminando una zona que hacía contraste con la sombra que proyectaba una embarcación que estaba allí atracada. La marea estaba baja y el sol iluminaba con meridiana claridad incluso el fondo, donde para mi sorpresa vi  como un grupo de lubinas se mantenían casi inertes en la zona soleada. Yo me situé de tal forma que el sol me daba de frente y mi sombra se proyectaba hacia el muelle, procurando pasar desapercibido. Con sumo cuidado hundí la línea de la que pendía un camarón vivo, y fui acercándolo a la zona donde las lubinas permanecían indiferentes a todo lo que las rodeaba, la llegada del camarón parecía para mi desesperación, no enturbiar el comportamiento indiferente del grupo, de repente una de las robalizas, la más pequeña del grupo se acercó al camarón, este se movía con desesperación, y cuando parecía que lo iba a comer, lo golpeó con el cuerpo como apartándolo y siguió merodeando por la zona ignorando tan exquisito manjar. Yo sorprendido por esta forma de actuar no hice nada y me quedé muy quieto observando aquel comportamiento, que yo tildaba cuando menos de extraño pero interesante, pacientemente esperaba a que aquellos animales reaccionaran de la forma en que yo consideraba más racional, que era que acabaran por comer el camarón o que por el contrario se alejaran, pero ni una cosa ni la otra sucedió, allí continuaban indiferentes a todo, incluso llegué a sospechar que a pesar de mi cuidadosa puesta en escena, eran conscientes de mi presencia. Pasado un tiempo, en la lámina de agua, algunos pequeños objetos que por allí flotaban, empezaron poco a poco a moverse y a trasladarse, empezaba a subir la marea con fuerza y el grupo de robalizas comenzaron también poco a poco a merodear en busca de alimento, una de ellas, la más grande fue directamente a por el camarón, al que golpeó con su cuerpo y acto seguido embocó por la cola tragándolo. Rápidamente al sentir como tiraba de la línea, levanté la caña, pues ella misma se había clavado, el grupo al ver que esta subía la siguieron hasta que desconcertadas la vieron desaparecer. Volví a encarnar otro camarón y se repitió la misma forma de proceder, pero lo curioso es que empezaron a aparecer más robalizas, pienso que atraídas por la actividad de las que comían unos camarones que arrojaba para entretenerlas y no se fueran. Empezaba a ser consciente de que estaba siendo testigo de algo muy peculiar y difícil de ver con aquella claridad. Llevaba capturado cerca de una decena de piezas, cuando la última al tirar y recoger para subirla, a medio camino se soltó, el animal dolorido y desconcertado huyó rápidamente del lugar, llevando consigo al resto que seguían la estela descontrolada del animal herido. Si se tiene el pescado al alcance y encelado con tu señuelo, es letal que se te suelte una, porque en su huida arrastrará a las demás, siendo mejor abandonar la zona y buscar otra lo más alejado posible, a no ser que haya tal número de ellas, que la confusión no alcance a todo el grupo, si esto alguna vez nos sucede hay que pensar que estamos ante un cardumen de extraordinarias proporciones. Algo que a lo largo de una vida pescando sucede en contadas ocasiones (ver Vorágine en Sayanes).

     Siempre hasta aquí había pescado con cebo natural, nunca había experimentado con artificiales, pues en aquel tiempo era un descreído, no concebía que un pez podía ser engañado por algo no comestible y además inerte al que había que darle vida, consideraba que aquello era algo muy difícil de lograr. Hasta que un día fui testigo de algo que revolucionó mi manera de pensar. Observé por casualidad como un joven pescador desde una embarcación,  con una caña lanzaba y recogía continuamente un señuelo que yo no alcanzaba a ver con claridad. Sabía del uso de artificiales como “cucharillas” y “rapalas” en ríos y en la rompiente de la costa de mar abierto, pero nunca había visto hasta allí hacerlo en aguas interiores y tranquilas de los muelles. Fijé mi atención en él, y vi como levantaba un pez que me pareció una robaliza y no tardando mucho levanto otra, y otra, continuando sucesivamente con aquel ritual que a mí me estaba rompiendo todos los esquemas, haciendo que me replanteara mi manera de pescar. Creo que el pescador no fue consciente de que le estaba observando, poco a poco se fue acercando al muelle y alcancé a distinguir el señuelo que empleaba, era un pequeño rapala que manejaba con maestría: lanzaba y al contactar el señuelo con el agua no recogía de inmediato, sino que dejando el sedal en banda dejaba que este se hundiera unos metros para empezar a recoger, cosa que hacía con paradas intermitentes y pequeños cambios de dirección con la puntera de la caña. Lo que acababa de ver me dejó asombrado y lleno de curiosidad por experimentar aquella forma de pesca. Así que me dirigí a una armería donde me hice con varios “rapalas” que allí me recomendaron. Recuerdo que ojeé un folleto de propaganda de la casa “rapala”, donde hacía unas recomendaciones sobre colores a emplear, aquello llamó poderosamente mi atención, pues hasta allí siempre había pensado que los peces no distinguían colores, sino que lo máximo que distinguían eran distintas tonalidades. Elegí unos pececillos de nueve centímetros hundibles de tres colores diferentes: uno gris (color original) el más aproximado al color real, otro azul pálido, y finalmente uno con la barriga naranja, conocido por especial, este último era el que con más reticencia llevé, por su aspecto poco natural. Pero habría de ser este último, con el que me estrenaría con una pescata memorable una tarde en Bouzas, donde prácticamente sin fallar lance conseguí pescar más de treinta lubinas, el que de verdad me enganchara definitivamente a este tipo de pesca. A partir de ahí el “Countdouwn especial” de 9 centímetros en los muelles y más tarde el de 11 cm. en la costa, me ofrecieron jornadas inolvidables de pesca. Durante unos años idealicé de tal forma este artificial que prácticamente olvidé y descarté definitivamente el empleo de cebo natural para pescar. Resultaba muy cómodo y limpio, ofreciéndote más libertad de movimiento y poco a poco me fui alejando de los muelles, empezando a visitar asiduamente la costa, menos prolífica pero más satisfactoria. La naturaleza salvaje del mar abierto ejerció sobre mí un atractivo que me cautivó para siempre.
   

3 comentarios:

  1. Mi mejor experiencia fue tambien en un muelle, pescando con mi papá, fue genial, desde ese dia cada vez que puedo me voy a pescar, aprendi mucho en http://dominaelartedepescar.com/blog.

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  2. Después de la conversación de esta mañana, fue sentarme en el ordenador y visitar tu blog. Muchas felicidades, no sólo da gusto oirte, también da gusto leerte. Un auténtico apasionado de la pesca.
    Saludos
    Anxo

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